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el periscopio/Rafael Gómez Parra

Los Frankenstein de la CIA

Estados Unidos no ha conseguido, en los últimos 13 años, acabar con Hussein, pero con el embargo económico están a punto de eliminar a la población

"RafaelParece claro que el interés de George W. Bush para atacar Irak se concreta en derrocar a Sadam Hussein y sustituirle por otro dictador, preferentemente militar, que controle el petróleo para las multinacionales norteamericanas, que no ponga pegas a la ocupación de Palestina por Israel, ni tenga ínfulas de potencia regional.
El presidente irakí llegó a controlar el país gracias, en parte, al apoyo de la CIA y colaboró estrechamente con Reagan en intentar eliminar al Ayatollah Jomeini, que había derrocado al Sha de Persia en 1979. La guerra que desató en 1980 contra la República Islámica y que duró casi ocho años se llevó por delante a cerca de un millón de jóvenes iraníes, irakíes y kurdos, muertos o inválidos. Fue en esta guerra cuando Sadam Hussein probó las primeras armas químicas que fabricó gracias al apoyo de Estados Unidos y de algunos países europeos, entre ellos España. Funcionarios de la ONU encontraron en el campo de batalla carcasas de bombas químicas fabricadas por empresas españolas. Más de 10.000 kurdos fueron bombardeados con estas armas en la ciudad irakí de Halabja, en 1988, sin que Estados Unidos ni los países europeos hicieran nada para evitarlo.
Hubo que esperar a que Sadam Hussein invadiera Kuwait, alegando derechos de botín de guerra por los servicios prestados a Estados Unidos en la guerra contra Irán, para que la CIA incluyera al presidente irakí en la lista de los terroristas, lo mismo que al Bin Laden que la CIA armó y financió para que aterrorizara Afghanistán cuando estaba tutelada por los soviéticos.
Los dos mayores "monstruos" del terrorismo, según Bush, son curiosamente creación de la CIA. El problema es que los "monstruos" se les han escapado de las manos y ahora claman porque el mundo les ayude a acabar con ellos, como si el doctor Frankestein saliera a la calle a pedir a la gente que le ayudara a acabar con su monstruo, para sustituirle por otro más obediente. La Guerra del Golfo, de enero de 1991, tenía una justificación de cara a la galería: liberar Kuwait, y Bush padre la utilizó hábilmente para conseguir el consenso de otros gobiernos, hábilmente engrasados con los dineros que KIO repartió por toda Europa y que han derivado, entre otras cosas, en la condena de los financieros españoles Xavier de la Rosa y Manuel Prado Colón de Carvajal. Estados Unidos, además, prometió a las potencias mundiales: Europa y Japón, no tocar sus intereses petrolíferos en el Golfo. Se liberó Kuwait en una guerra donde se usaron, igual que en Bosnia, armas de uranio empobrecido y que han dejado graves secuelas a la población civil y a los soldados que intervinieron. Ahora se habla ya abiertamente de utilizar armas atómicas, de consecuencias imprevisibles, por mucho que los científicos nos prometan que está todo controlado.
Una de las razones que lleva a mucha gente a pensar que la guerra es inevitable y ya está decidida, es por la inmensa inversión que ha hecho Estados Unidos para prepararla. Volverse a casa sin el botín sería algo así como si los piratas de Drake, pagados y dotados por la monarquía británica, hubieran vuelto a puerto sin haber atacado a los galeones españoles que traían el oro de América. Ya se sabe, quien roba a un ladrón, merece cien años de perdón. Si los Estados Unidos roban a Sadam Hussein nadie les va a criticar, o eso al menos piensa el Pentágono.
La Administración norteamericana ha asignado 378.000 millones de dólares a los presupuestos de defensa para el nuevo ejercicio de 2003, y anuncia oficialmente la construcción de su escudo antimisiles, que comenzó en junio, valorado en 50.000 millones de dólares. Los gastos militares en el planeta se valoraban en 1998, en 780.000 millones de dólares, y se acercan en la actualidad al billón. Esto supone una inversión 60 veces superior a la que sería necesario acometer en salud y nutrición básica para cubrir las necesidades de la población mundial.
Los Estados Unidos no han conseguido en los últimos trece años acabar con Sadam Hussein, pero con el embargo económico están a punto de eliminar a la población irakí. Carol Bellamy, directora ejecutiva de Unicef, ha recordado que un tercio de los niños iraquíes sufre malnutrición y un cuarto de ellos ya nace con bajo peso. Uno de cada cuatro no puede ir a la escuela, la misma proporción de niños que no tiene acceso a agua potable. Aunque los menores de 12 años no vivieron la primera Guerra del Golfo, sí saben lo que es vivir bajo las bombas (con los bombardeos de 1998 y 2000), saben lo duro que es un embargo económico y mucho de ellos conocen también las consecuencias que tienen las armas nucleares, saben lo que es padecer cáncer a consecuencia del uranio empobrecido. Pero todavía no ha pasado lo peor, cuando se conviertan en víctimas inocentes o simplemente en daños colaterales.
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